sábado, 12 de abril de 2008


Durante mis datos de ocio amo ver cine, y mi recomendada esta semana es el film de Ken Loach «The wind that shakes the barley» (que toma el título de un poema de Robert Joyce). Ken Loach y su guionista Paul Laverty narran el conflicto irlandés partiendo del origen de los guerrilleros voluntarios que luchan contra los invasores británicos en la Irlanda de 1920. Lo hacen a través de la historia de Damien, un irlandés rural pero con estudios de medicina terminados que se dispone a emigrar a Londres para trabajar, pues la vida es difícil en Irlanda. Un despiadado asesinato llevado a cabo por los soldados británicos (los Black and Tans) en su aldea, le hace tomar definitivamente conciencia del problema colonial existente, de la situación opresiva que vive Irlanda bajo el dominio británico y le lleva a decidir quedarse e intervenir activamente en la lucha en lugar de partir. La película narra también la toma de conciencia de clase del personaje de Damien que resultará determinante en la explicación de las condiciones de la independencia de Irlanda.

Es ésta una película que no elude la explicación política, a diferencia de la anterior, aquí sí que se muestran y explican las distintas opciones políticas y sus consecuencias y, además, se enarbola la lucha colectiva de un pueblo contra el colonialismo a través del personaje de Damien. Estamos pues ante una película de verdadero cine político. La trayectoria cinematográfica de Ken Loach es de sobra conocida y, ciertamente, goza de una estimable coherencia; en este caso, vuelve a abandonar los tiempos contemporáneos y se adentra, como ya hizo en «Tierra y libertad», en los entresijos de una guerra revolucionaria que filma con notable realismo político y humano, sin obviar ningún tema.

El período que narra la película va de 1920 a 1922, en este último año se firma el tratado de independencia que para muchos volvió a significar la sempiterna aplicación del principio de Lampedusa, que promulga el supuesto cambio para, en el fondo, dejar todo como estaba. El preámbulo de la historia se sitúa en marzo de 1916 cuando el socialista y marxista James Connolly había liderado un levantamiento contra los británicos cuya esencia era su conocida frase (mencionada en la película): «La causa irlandesa es la causa de los trabajadores». Loach y Laverty sitúan al espectador en ese contexto, pues Connolly y su revuelta son citados en numerosas ocasiones, mostrándose su influencia marxista en muchos de los irlandeses que buscan la independencia de la opresión colonial británica. Lo que narra la película sustancialmente es, como ya he dicho antes, la repetición de una historia que ha ocurrido en numerosos conflictos con cierta chispa revolucionaria.

En 1920, los irlandeses se organizan y empiezan a luchar contra los británicos al estilo de las guerrillas (el origen inequívoco del IRA), son reprimidos brutalmente, como bien se muestra en el film (lo que le ha granjeado innumerables críticas por parte de la derecha y el laborismo ingleses). A pesar de todo, el movimiento se va extendiendo poco a poco y consigue convertirse en una verdadera «patata caliente» para los ocupantes, que terminan en un callejón sin salida donde no pueden ya negar la independencia al pueblo irlandés. Es entonces cuando los británicos ofrecen la firma de un tratado, ese caramelo de poder para los momentos críticos, el gran abrazo del oso, esa forma de decir que si te portas bien, tú también tendrás un trozo de pastel. El régimen cambia, Irlanda se independiza, pero el sistema capitalista la engulle y con ella engulle a su clase obrera que luchaba por una república socialista, como bien defendía Connolly.

La película muestra que el conflicto es, en el fondo y en la superficie, una lucha de clases en toda regla; Damien toma partido por la lucha obrera para conseguir una Irlanda socialista, y tras la firma del Tratado, muchos de sus compañeros en la lucha guerrillera, incluido su propio hermano, Teddy, pasan a defender la nueva «legalidad», una vez establecidos como nuevos próceres irlandeses auspiciados por los británicos. La película muestra estas luchas entre irlandeses y no elude, ni obvia sus posiciones políticas, al contrario, las describe a través del magnífico guión de Paul Laverty y además las convierte en el centro de la acción. Tampoco se escatiman las críticas para los traidores irlandeses que renuncian a la lucha de clases por una independencia de bandera y poder, y en nombre de ella son capaces de fusilar a su propio hermano con crudeza. «El viento que agita la cebada» es una película política donde se refleja el indiscutible carácter revolucionario y obrero que tuvo la independencia de Irlanda.

De nuevo parece, en el caso de «Salvador», que el ayer fue en vano y que habremos de contentarnos con envoltorios maqueados y no indagar en el interior y, menos aún, descubrir hechos inadecuados para el pensamiento único capitalista. Afortunadamente, para algunos directores de cine, contar la lucha de clases en los conflictos que nos inquietan y ahondar en la raíz histórica de ciertos acontecimientos oscuros, son todavía motivos para hacer cine político.

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