sábado, 11 de diciembre de 2010

Discurso de Mónica González



Ganadora del Premio Mundial de la Libertad de Prensa Unesco/Guillermo Cano 2010

Cuando a mi pantalla del computador llegó el mensaje que me anunciaba que se me había otorgado el Premio Unesco-Guillermo Cano Libertad de Prensa 2010, la emoción y una avalancha de rostros, gritos, susurros e imágenes sumergidas en mi memoria, emergieron como un torrente. Durante varios días las voces de aquellos con los que viví los 17 años de dictadura en Chile, muchos de los cuales ya no están, desfilaron como un caudal que amenazaba con desbordar.

Sentí pudor. Muy pronto se instaló una pregunta: ¿por qué ahora, cuando la cultura de muerte en mi país se bate en retirada, se me entrega esta distinción? Por qué a una periodista chilena, cuando en estos mismos minutos, en distintos lugares del mundo, hay muchos que lo arriesgan todo para cumplir con el derecho inalienable de todo ciudadano a saber cómo funcionan las mafias que lo despojan del derecho a la vida, un salario digno, de su derecho al placer y carcomen las instituciones destinadas a defenderlo.

Hace sólo unos días murió tras ser detenido el editor del semanario Cameroun Express, Ngota Ngota Germain, una prueba más del compromiso llevado al límite de tantos periodistas por informar y denunciar los abusos de poder.

Soy una periodista chilena que formó parte de un grupo de profesionales que desde el primer día del Golpe de Estado y hasta el final de la dictadura, hizo lo que tenía que hacer: buscar la forma de informar para salvar vidas y abrirle camino a la libertad. Sin protagonismos y en estrecha colaboración con otros ciudadanos que se propusieron el mismo objetivo. Hoy vengo con todos ellos hasta aquí, pero también traigo la voz de periodistas de varios países de América Latina en un momento crítico.

El humo negro de los restos de Pinochet que emergió del cinerario llevaba el sello del horror que estremeció al continente bajo su impronta y la de otros dictadores, como Somoza, Videla y Stroessner. Los sobrevivientes de esa brutal cacería enfrentaban ahora el desafío de construir nuevos espacios de justicia y libertad, en democracia.

Los periodistas ahora sí podíamos usar nuestros talentos para alimentar el motor de acceso a la información y dibujar con ella los mapas ciudadanos indispensables para acortar la brecha de redistribución de la riqueza, la gran deuda pendiente de los latinoamericanos.

Algo ocurrió. Porque mientras la embriaguez de democracia ha seguido dominando el discurso oficial, el temor e incluso la muerte han vuelto en algunos países -con nuevas armas y métodos- a ensañarse en nuestras calles. Víctimas de primera línea han sido los periodistas, al enfrentar la amenaza constante del crimen organizado que busca -a través del terror- impedir que se conozcan sus redes con policías, militares, parlamentarios, empresarios, ministros, alcaldes, jueces y también con algunos que se dicen periodistas.

Y en Colombia, acaba de ser asesinado Mauricio Medina, fundador de la radio comunitaria del CRIT, la asociación del pueblo indígena de los pijaos. Según la policía, el móvil del homicidio está en su vida íntima. Reporteros Sin Fronteras ha recordado que el argumento del “crimen pasional” ha sido antes utilizado para dejar en la impunidad otros asesinatos de periodistas.

De amenazas, intimidación y asesinatos sí saben los periodistas colombianos. El premio que hoy recibo lleva el nombre de Guillermo Cano, un símbolo de esa batalla en la que otros periodistas han tomado su relevo a pesar de que el acoso continúa. El año pasado, periodistas investigativos descubrieron las interceptaciones telefónicas y seguimientos contra 16 periodistas que hacía el DAS, la agencia de inteligencia estatal dependiente de la Presidencia de Colombia. Todos ellos son profesionales destacados que investigaban corrupción y redes entre políticos y paramilitares. Como el director del famoso programa de TV “Contravía”, Hollman Morris, a quien el presidente Álvaro Uribe acuso públicamente de ser cómplice de terroristas.

Los periodistas de Colombia han seguido investigando. Saben que en los ríos, donde arrojaron muchos de los cuerpos de los campesinos asesinados, hay un trozo de memoria colectiva a rescatar que le fija límites a la impunidad. La prueba: algunos victimarios han confesado y confirmado lo que valientes periodistas de Colombia dijeron una y otra vez siendo acusados de cómplices del terrorismo: que muchos de los ejecutados bajo el rotulo de guerrilleros no eran mas que modestos campesinos. Que paramilitares saquearon, incendiaron poblados, quemaron y cortaron cuerpos con sierras, violaron mujeres y robaron niños. Y que contaron con apoyo político. Y también económico. Porque uno de los objetivos era desalojarlos de sus tierras, dejando el terreno libre para que otros instalaran allí una explotación agrícola o minera. Allí están los 4 millones de desplazados en Colombia. Inocentes campesinos prisioneros de las FARC y de paramilitares.

En Brasil y varios países del continente algunos periodistas ponen en riesgo su vida al investigar a los dueños de los nuevos esclavos: inmigrantes o campesinos muy pobres que trabajan con sueldos miserables, en jornadas extenuantes, sin leyes sociales ni salud y menos derecho a la información. Son víctimas de una nueva dictadura que muy pocos condenan.

En México, 32 editores y periodistas han sido asesinados en los últimos 10 años. En 2009, se registraron once homicidios de periodistas. Y sólo en este año ya van cinco periodistas asesinados. El último, Enrique Villicaña Palomares, de Michoacán, apareció degollado el 11 de abril.

Las autoridades acusan al crimen organizado como autores de estos asesinatos, pero las evidencias denunciadas por las organizaciones de periodistas de ese país llevan a funcionarios y fuerzas de seguridad del Estado. México es una democracia, pero el saldo de la “guerra contra el crimen organizado” es de al menos 20 mil personas en lo que va del sexenio. Según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 8 mil víctimas fue el balance en 2009. Una cifra de víctimas mayor a la que dejó en algunos países del sur la dictadura y que explica el clima de violencia generalizada que ha hecho prisionera a la libertad de prensa en México.

Al igual que en Colombia, donde la Fundación para la Libertad de Prensa identificó la autocensura como uno de los principales efectos de las constantes amenazas contra periodistas, en México muchos profesionales optan por callar denuncias de corrupción y evitan abordar el fondo del conflicto armado que sacude a ese país. A excepción de increíbles esfuerzos de algunos profesionales, el periodismo investigativo se va haciendo producto de libro y no de la entrega informativa periódica.

Hoy, los valientes periodistas que en México, Guatemala, Honduras, Colombia y otros países se atreven a hacer la radiografía de la red oculta del crimen organizado, se estrellan contra la impunidad y el silencio. Y en esa batalla desigual también se enfrentan periodistas honestos contra otros periodistas.

No es la única amenaza a la libertad del periodismo. Otra proviene de la acción de gobiernos democráticos que identifican a periodistas como sus principales enemigos. Ejercen presión a través de distintos mecanismos, incluyendo la clausura y el despojo de publicidad estatal, intentando así anular toda crítica. Así está ocurriendo en Venezuela y también en Nicaragua. La descripción de ese persistente acoso en boca de Chamorro, Sergio Ramírez o Gioconda Belli hace que el festejo imborrable del fin del poder total del dictador Somoza se nos atragante en la garganta.

La irrupción de Internet y las herramientas digitales ha hecho a muchos anunciar no sólo la muerte de los periódicos, sino que por fin llegó la real democracia de los medios. Surgen por doquier medios digitales y debates en línea donde todo aquel que tenga acceso a un computador puede intervenir. “¿Son necesarios los periodistas?”, se escucha desde muchos sitios. El extraordinario periodista argentino Horacio Verbitsky ya escribió sobre esa pesadilla en su libro “Un mundo sin periodistas”.

Como dije al comienzo, encontré un significado al alto honor que me han conferido al entregarme este premio: la emergencia que vive la región a la que con orgullo pertenezco y que acabo de reseñar. Tengo la convicción de que el jurado y la Unesco quisieron alertar sobre los peligros que enfrentamos en América Latina y la sabiduría y riquezas que hoy tenemos para superarlos.

La ecuación es científica: cuando la farándula se impone como consumo informativo, ha triunfado la impunidad.

Si dejamos que se extinga el periodismo de investigación, si solo somos basureros de la sociedad, entonces el ciudadano no tendrá mapas que lo ayuden a vivir y a defenderse de los abusos. Seguirá ignorando que sí tiene derecho al placer y a la felicidad.

De cobardías pasadas nunca asumidas ya sabemos demasiado. Habrá que ocupar todo el conocimiento aprendido en tiempos de cólera para reaccionar. Y lo haremos no porque seamos iluminados, tampoco héroes. Y menos payasos. Somos sólo periodistas.

Gracias por este inmenso honor que me conceden y que recibo a nombre de los periodistas chilenos dignos y de todos aquellos que en distintos rincones de mi región honran cada día esta maravillosa profesión.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Penélope


Una joven heredera nace con una maldición que ha perseguido a su familia desde generaciones, una nariz de cerdo. Solo un hombre de su misma clase que se enamore de ella puede romper el hechizo; su madre busca desesperada un marido para su hija a cambio de una gran dote para quien acepte casarse con Penélope, pero todos corren cuando la ven, excepto uno, quien realmente se queda para poder tomar una foto de la chica nariz de cerdo.

Este cuento de hadas contemporáneo, tal vez una de las mejores películas que he visto. Es una excelente historia dirigida por Mark Palansky (antiguo asistente de Michael Bay), además cuenta con excelentes actores como Cristina Ricci, Reese Witherspoon, James McAvoy, Catherine O´Hara y Richard E. Grant (los padres de Penélope) y Peter Dinklage.

Una maravillosa cinta con una especial moraleja acerca de lo que realmente importa, cuando se trata del verdadero amor. Si to te quieres como eres, quién te querrá?

jueves, 23 de septiembre de 2010

Muerte del guerrillero Colombiano "Mono Jojoy"

Bueno, la verdad siempre he odiado a los asesinos guerrilleros, pero tampoco les deseo la muerte! Colombia es un país en el que no existe el perdón y el olvido, y asi maten millones de guerilleros o gobierne alguien excepcional, siempre van a ver personas en desacuerdo, somo seres humanos y por lo tanto todos tenemos cosas podridas, aunque unos las demuestran mas que otros.
De este "golpe", en mi opinión, sólo se puede decir que asesinaron a un hombre que tomó las armas en vez de la inteligencia y que además asesinó a muuchas personas sólo para lucrarse de un negocio que asesina a otras miles de personas.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Poema Correspondencia Del Fuego de Tilo Wenner


Mientras yo te miro, tú muestras tu alma.
Tus detalles más pequeños me conmueven;
por ejemplo, un cabello sobre tu frente, un
lunar en tu vientre.
Todos los días te descubro y describo;
al día siguiente vuelves a ser la desconocida.
Nunca faltaré a tus citas.
Nada me parece inútil en ti.
Lo revelador es el modo como compones tu
imagen.
Decir que eres la dueña de las nubes, es
apenas indicar uno de tus atributos.
Todo lo que tocas se convierte en correspondencia
del fuego.
Tus manos lucen mejores que las estrellas
en una noche de verano en el mar.
Estás llena de señales; eres como un mapa
de un país imaginario.
Eres transparente y sabia.
Tu sangre es mansa y volcánica.
Eres tan cambiante como la permanencia.
Lo que reflejan tus ojos es lo distinto que
podría ocurrir.
Siempre estás abierta.
El magnetismo que irradias contamina a todos
los que se te acercan.
Escandalizas con tu inocencia al cielo y la
tierra.
Brillás más que una garza en un plenilunio
de otoño.
Eres como una lluvia imprevisible.
Amo cada uno de tus momentos.
Eres real, y sin embargo eres la ilusión
perfecta.
Eres niña como un gran pan de azúcar.
Cuando tú me miras callo y sonrío.